La adicción a los videojuegos

20/12/2018
Adicciones

Este año la Organización mundial de la salud ha reconocido la adicción a los videojuegos como una enfermedad mental, y la ha incluido en la 11ª edición de su Clasificación Internacional de Enfermedades.

Seguro que al leer esto has pensado en todas la horas que destina tu hijo adolescente a jugar a la consola o al ordenador. Quizás te ha venido a la mente ese juego “de disparos” que tanto juega, aquel que está más de moda entre nuestros jóvenes. Y es que la preocupación por la cantidad de horas que se destinan a este juego es creciente entre muchos padres, y nos gustaría poder reflexionar un poco sobre ello.

Primero hemos de detenernos a definir a que se refiere la OMS, por qué cuando hablamos de salud mental hemos de poder hablar con propiedad, y más cuando afecta a la infancia y a la adolescencia. La OMS lo encuadra en la categoría diagnóstica de los “trastornos debidos a comportamientos adictivos” al ser una conducta recurrente, y establece tres condiciones:

  • La falta de control a la hora de regular aspectos como la frecuencia, la intensidad, la duración, etc.
  • La priorización de las conductas de juego en frente a los demás intereses vitales propios de la edad.
  • Y por último, la dificultad de abandonar este tipo de hábitos, aun sabiendo las consecuencias negativas que le reportan.

Para entender en toda su complejidad como afecta a los jóvenes, hemos de tener en cuenta una consideración básica, tanto jóvenes como adultos mantienen nuevas formas de relación e interacción, y no me refiero solo a Whatsapp o a las redes sociales. Los videojuegos online también ofrecen mecanismos que permiten una interacción social con otras personas, ya que en muchos de ellos se organizan equipos  para conseguir los objetivos y llevan incorporado un chat de voz para facilitar la tarea.

De esta manera, si dos amigos se encuentran en una sala de juego virtual, no interrumpen la conversación que mantenían a través de una red social o directamente possibilita conocer a gente nueva. Y en el mejor de los casos, una relación que se inició en dicha plataforma puede ser que trascienda a lo real y transformarse a un contacto más íntimo en lo personal. Valga decir que este estilo de interacción no ha de substituir en ningún caso al contacto directo e íntimo, y siempre ha de estar regulado por los adultos.

Pero vamos a ver qué elementos de estos videojuegos “de disparos”, de los que todos los jóvenes hablan e imitan sus bailes, hemos de tener presentes para entenderlos mejor. La primera es que muchos de ellos se distribuyen digitalmente de forma gratuita, igual que ocurre con cientos de miles de juegos y aplicaciones para móvil.

Esto permite un acceso mayor a los videojuegos, pero introduce un modelo de negocio oculto y atrapante. Y es que, pese a su gratuidad, algunos estudios cifran el gasto medio de cada jugador en torno a los 70 euros. La existencia de ventajas estéticas para personalizar el personaje, y la posibilidad de acceder a nuevos retos y desafíos, que son permanentemente actualizados, permite al jugador generar más dinero interno del juego.

A su vez este dinero proporciona nuevas ventajas en frente a otros jugadores, justificando muchas veces que el joven quede atrapado en una espiral de inversión de horas delante de la pantalla. Agravado todo con un elemento de transitoriedad, de prisa y de deseo material, que a algunos les cuesta contener, y reforzado por los miles de canales de retransmisión por internet en los que se pueden visualizar a los nuevos ídolos adolescentes jugando con estas novedades.

Aunque la mayoría hagan un uso recreativo de los videojuegos, los adultos han de regular su actividad e interesarse por este sector, que tiene su ojo puesto en los jóvenes. Pero hay otros casos en los que puede pasar que este tipo de conductas adictivas sirvan para tapar otro tipo de problemáticas. Un adolescente confuso e inhibido, que no sienta que tenga un sitio entre sus iguales, ni en su familia y que perciba al mundo como amenazante, suele buscar refugio evadiéndose dentro de actividades que le den sentido a su vida, de por sí ya muy ambivalente y confusa.

 Y aunque a primera vista pueda parecer extraño que este tipo de juegos permita esta sensación, sí que acerca al joven a los intereses de sus iguales incentivando la competitividad, la comparación y la estética, tres de los valores que los adolescentes tienen más presentes.

Algo ha de quedar claro, no todos los jóvenes que juegan a videojuegos son adictos, ni están en un momento especialmente difícil de su vida. De hecho, la OMS especifica que podemos hablar de trastorno cuando estas conductas se producen por un periodo de meses, y el deterioro que generan en otras esferas (familiar, escolar, personal, social, etc) es significativo. Y es que a veces los adolescentes transitan por ciertos estados que generan en los padres extrañeza y desorientación, y esto no implica que sean adictos o que tengan un problema mental.

Por ello, nunca está de más poder consultar con un psicólogo especialista, si se está preocupado por algunos de los comportamientos de tu hijo.

Equipo ATIA, psicología y psiquiatría Barcelona