Astenia primaveral
16/05/2025
Con la llegada de la primavera, no todo son flores y días soleados. Muchas personas experimentan un fenómeno conocido como astenia primaveral, un estado de fatiga y falta de energía que, aunque no se considera una enfermedad en sí misma, puede impactar significativamente el bienestar físico y psicológico.
Desde un punto de vista médico, la astenia primaveral se entiende como una respuesta adaptativa del organismo a los cambios ambientales característicos de esta estación: aumento de la temperatura, más horas de luz solar, variaciones en la presión atmosférica y alteraciones en los niveles de humedad. Estos cambios suponen un esfuerzo de adaptación para el cuerpo humano, que puede manifestarse en síntomas físicos y emocionales.
Síntomas comunes de la astenia primaveral incluyen cansancio generalizado, somnolencia diurna, alteraciones del sueño (dificultad para conciliar el sueño o sueño no reparador), irritabilidad, tristeza leve, dificultad para concentrarse y, en algunos casos, disminución del apetito sexual. Aunque estos síntomas suelen ser transitorios y leves, pueden interferir en la calidad de vida si persisten o se combinan con otros factores de vulnerabilidad.
Desde el punto de vista de la salud mental, la astenia primaveral puede ser especialmente relevante. La falta de energía y la inestabilidad emocional pueden actuar como factores de riesgo o agravantes de trastornos preexistentes, como la depresión mayor o los trastornos de ansiedad. En personas con antecedentes de trastornos afectivos estacionales, la primavera puede ser un periodo de especial sensibilidad, no solo por la astenia, sino también por posibles alteraciones en los ritmos circadianos debido al incremento de luz solar.
Biológicamente, la exposición a más horas de luz puede alterar la producción de melatonina, una hormona clave en la regulación del sueño, así como de serotonina, relacionada con el estado de ánimo. Esta desregulación hormonal podría explicar en parte la sensación de fatiga y los cambios emocionales que muchas personas experimentan durante la primavera.
El diagnóstico de la astenia primaveral se realiza clínicamente, descartando otras causas orgánicas de fatiga, como infecciones, anemia o alteraciones endocrinas. Es importante recordar que si los síntomas son intensos, persisten más allá de dos o tres semanas, o se acompañan de tristeza profunda, anhedonia o pensamientos de desesperanza, se debe considerar la evaluación de un trastorno depresivo y no simplemente de una astenia estacional.
Recomendaciones generales para sobrellevar la astenia primaveral incluyen mantener una rutina de sueño regular, realizar ejercicio físico moderado, seguir una dieta equilibrada rica en frutas y verduras, hidratarse adecuadamente y aprovechar la luz solar de manera gradual. En casos más severos o en personas con factores de riesgo para trastornos afectivos, podría ser necesaria una intervención médica o psicológica.
En definitiva, aunque la astenia primaveral es generalmente un fenómeno benigno y pasajero, su impacto en la salud mental merece atención, especialmente en individuos vulnerables. Reconocerla y abordarla adecuadamente puede prevenir complicaciones y contribuir a una mejor adaptación a los cambios de estación.